23 de febrero de 2011

Fumando los minutos





Aquella tarde Natalia necesitaba salir de casa.

Hacía días que se había separado de su marido. Una ruptura anhelada por parte de ella.
El susodicho hacia tiempo que no le dedicaba un momento de su tiempo. Ella pasaba sola en casa todo el día, y cuándo él llegaba de trabajar, tan sólo un "hola, ¿que tal?", era lo que se escuchaba en aquella casa. Se sentaban los dos juntos a ver los programas basura que echan por la tele, después cenaban y él se iba a la cama, mientras ella dormitaba en el sofá, con el mando en la mano, intentando buscar algún canal por la TDT, en el que pusieran alguna película porno.

Ese era su desahogo. Tenía que masturbarse noche si y noche también. Porque aunque su marido si tenía ganas de follar con ella, a Natalia no le apetecía lo más mínimo que un ser, que ni siquiera era capaz de conseguir articular dos frases coherentes, le metiera la polla. Incluso le daba asco que la besara.
Cuándo rompieron, parece que él se sintió aliviado, y Natalia feliz. Ya se había quitado de la espalda el fardo de 25 kilos que llevaba desde hace tanto tiempo. Ahora podía caminar erguida, sin carga y mirando al frente.

Arrancó el coche, puso la música a un volumen alto, encendió un Marlboro y se fue sin rumbo predeterminado. Sólo quería conducir un buen rato, e ir a algún sitio dónde no hubiera estado antes.
Llegó a las afueras de Madrid, y subió un puerto de montaña.
Ya estaba anocheciendo y las vistas desde allí eran magnificas. El sol, que ya proyectaba unas luces ocres y anaranjadas, se iba escondiendo tras los pinos que se alzaban majestuosos a ambos lados de la carretera. Necesitaba guardar en su memoria cada segundo de ese pequeño viaje, quería beberse la vida en un trago y que la libertad que sentía en ese momento la cubriera como un manto.

Llegó por fin a lo más alto del puerto, había un mirador, y allí decidió parar y salir del coche para respirar el aire limpio de la sierra.
Se apoyó en la barandilla y perdió su mirada de ojos azules en el horizonte. Hacía mucho frío, pero no le importaba porque en ese momento se abandonó al paisaje y a ella misma. A sentirse por dentro, a notar como latía su corazón, a notar su respiración profunda y las lágrimas que empezaron a rodar por sus mejillas.

Encendió otro cigarrillo, cerro los ojos y empezó a recordar. Quería pensar en su último amante, el que le esperaba todos los miércoles a la misma hora en un hotel de carretera. Uhmmmmmm.... era tan dulce y a la vez tan salvaje. Él suplía todas las carencias emocionales que Natalia tenía. Hablaban durante horas, reían, compartian, y si ella tenia un día triste, el siempre estaba disponible para acariciarle la cara y el cabello mientras ella lloraba por lo desgraciada que se sentía.

En esta ausencia de cuerpo y alma, Natalia recordó su primer polvo con Mario. Los dos frente a la cama de ese Hotel, besándose suavemente, abrazados balanceando sus cuerpos de un lado a otro muy despacio. Después la fuerza, el deseo, las ganas de comerse el uno al otro. Esos besos que son interminables, el preludio de algo brutal.
Él le quitó el vestido minúsculo que ella llevaba puesto, le desabrochó el sujetador con ansia de lamer esos pezones que ya había notado duros sobre su pecho. Ella se dejaba llevar, se sentía tan deseada y tan necesitada que no podía hacer nada. Era suya, que hiciera con ella lo que quisiera. La tumbó sobre la cama y Mario empezó a desnudarse mientras ella no cesaba de mirar ese cuerpo perfecto.
Una vez desnudo, cogió sus piernas y las abrió con rotundidad, alargó sus manos hacia los pechos de Natalia, y comenzó a lamer el interior de sus muslos, siguió avanzando hasta los pliegues de las ingles, y de repente le pegó un lametón en el coño. Con la lengua, separó los labios externos y dejo a la vista todo lo que iba a comerse en ese instante. Desde la entrada de la vagina hasta el clitoris, los lametones eran interminables, el movimiento de la lengua, feroz, los besos suaves y los mordiscos intensos.
Ella reía, gemía, y le suplicaba que no parase nunca, que siguiera. Era su esclava en esos instantes. Él lo sabía y sólo pensaba en darle placer. Mario estaba tan excitado como Natalia. Su polla estaba pidiendo a gritos el calor y la húmedad de una vagina carnosa y sedienta de un buen polvo. Cogió su miembro con una mano, y lo frotó sobre el coño de ella, simulando a veces la intención de entrar, metiendo tan sólo la puntita del iceberg.

Natalia le pedía casi a gritos que se la metiera, que ya no podía aguantar más. Quería sentirle muy dentro, que su polla la embrochetara una y mil veces. Por fin Mario, se la metió, y  empezó a moverse lentamente, rítmicamente, sintiendo el calor que cubría su polla y la excitación de Natalia.
Los movimientos empezarón a ser más bruscos, pero sin violencia. Ella juntó más las piernas y apretó bien su vagina. Ahora si que notaba la polla de Mario, esas entradas y salidas, esas embestidas cada vez más rápidas, ese calor tan tenue y esa humedad tan deseada.
- Correte dentro de mi, cielo-
- Si nena, te lo voy a dar todo-

Ella ya había tenido un orgasmo durante la comidita de coño, pero ahora estaba a punto de tener otro. Fue feroz. Las convulsiones de su útero fueron largas y placenteras. Arqueó su pelvis de tal manera, que pareciera que iba a romperse por la mitad. Él cada vez, la montaba más rápido, más fuerte. Elevó las piernas de Natalia hacia sus hombros y movió sus caderas con fuerza, entrando y saliendo una y otra vez, diciéndole que la quería, que la necesitaba, que quería todo de ella. Y lo tuvo...
Mario tuvo todo lo de mi amiga, en su boca y en su polla. Y Natalia tuvo todo lo de Mario, dentro de ella.
Su vagina se llenó del liquido amargo y ligeramente espeso que tanto queria. Mario se quedó parado, no sacó su polla. Esperó a que todo saliera, quería seguir sintiendo ese calor que le mareaba y le ponía la piel de gallina.
Después un cigarro, una charla, un montón de risas, de caricias, de besos. Esos momentos que hacen que merezca la pena haber tenido un buen amante que aparte de sexo te da muchas otras cosas.

Natalia salió de su letargo. Era miércoles. Arrancó el coche de nuevo, puso su canción preferida y fue al Hotel dónde la esperaba Mario bebiendo una copa de vino y fumando los minutos, ansioso de verla.


Iré recuperando mis antiguos posts, para aquellos que no pudieron leerlos. Algunos los he perdido para siempre.


4 comentarios:

  1. Me voy a un hotel de carretera, hostias!!!!

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  2. Que bruta soy, se me olvidaba, felicidades y bienvenida a mi lista de blogs preferidos, besos.

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  3. Macaba: Jajajajaja. No todo es tan bonito, (digo yo), aunque para ciertas cosas y en ciertos momentos tampoco haga falta mucho.
    Gracias por comentar :***

    Keko: Si, pero esto es pura ficción :roll:
    Lo mismo te digo. Muchas gracias por comentar. :***

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